imaginemos por un momento –al menos lo que dura esta lectura– que estamos solos. completamente solos. que, en el vasto y oscuro misterio del universo, existe solo un lugar en donde, por una conjunción milagrosa de acontecimientos y características únicas materia / tiempo, se ha formado esto a lo que hemos nombrado tierra, y también esto, a lo que hemos llamado vida. y que el resto del cosmos está compuesto por una inimaginable cantidad de galaxias y estrellas, nebulosas y agujeros negros, cometas y asteroides, pero sobre todo, planetas; planetas llenos de volcanes o de rocas o de gases; planetas de hielo o de nubes, planetas adornados con anillos o acompañados por una, dos, catorce lunas; planetas gigantes o enanos, luminosos o lúgubres, incandescentes o gélidos, todos flotantes, todos maravillosos, todos misteriosos, pero ninguno, ni uno solo, con la fortuna que ha tenido el nuestro.
y sigamos imaginando que solo aquí, en este punto azul pálido –como bien lo llamaste tú, sagan– es el único lugar en donde se puede nacer, crecer, amar, odiar, reír, llorar, caer, aprender, reproducirse, envejecer, morir, recordar, olvidar, florecer; mientras se le da la vuelta al sol cada veinticuatro horas.
y que entonces, todos esos intentos humanos por explorar otros planetas se quedarían en eso: en intentos fallidos, en sueños marchitos, en ideas inútiles, en obsesiones billonarias. que al final de todo, la luna es fría y oscura, incluyendo los veranos y que marte es demasiado rojo y polvoriento como para salir a pasear un día por la tarde o para organizar un picnic dominical; que para llegar a la europa cósmica no basta con cruzar un océano entero o aprender francés; pero que además, todos estos lugares tienen vista a la tierra, y entonces, algún día, en una de esas noches con cielo despejado, moriríamos de tristeza de tan solo verla ahí, distante y abandonada, herida, y aun así, hermosa, azul, radiante, viva, llena de aire. y en ese momento –al menos yo– me levantaría, y sin pensarlo dos veces, agarraría mis maletas, encendería mi nave espacial y antes de partir les diría a todos “me voy a casa, marcianos de mierda, lunáticos wannabe, jupiterianos malparidos. ¡terrícolas: ¿quién viene conmigo?!”. y quiero pensar que la mayoría se pondría de pie e iríamos juntos al lugar al que pertenecemos y al que hemos dejado abandonado en la distancia, y juntos también, haríamos un último esfuerzo por rescatarla. el esfuerzo más grande y consiente que nunca hemos hecho hasta el día hoy, sin importar que fuese demasiado tarde o imposible, o las dos; sabiendo que probablemente vamos a morir en el intento, pero con la seguridad de que vamos a morir en casa. y a nuestra muerte, entonces sí, el universo se quedaría solo. completamente solo.