la estupidez natural en tiempos de la inteligencia artificial

bastante estábamos ya acostumbrados a los teléfonos inteligentes controlando nuestras vidas, cuando, en un prender y apagar de computadora, otra inteligencia más ha llegado para robar nuestra atención, pero también, para recordarnos uno de los miedos más grandes que tenemos como seres pensantes: ser superados por alguien intelectualmente.

la artificial intelligence (ai), que en realidad es una colección gigantesca de data programada magistralmente para procesar y razonar dichas cantidades masivas de información a velocidades que ningún cerebro humano, o cien juntos, serían capaz de hacer. bueno y con ella, el chatgtp, los generadores de imágenes, audio y video, y toda esta sorprendente ola de “sabiduría nueva” de fácil acceso que dejó atrás al metaverse, a los smart glasses y se dice que, próximamente, a Google Search y de paso, a muchos de nosotros.

y con esto, las reacciones, los artículos, las discrepancias, las controversias, las teorías conspiratorias, las predicciones, las noticias, y entre las noticias, las que parecen ciertas, las falsas, y las que caen en lo ridículo; los tweets, y entre los tweets, los informativos y los tontos; y después los memes, que son todos tontos; y entonces aquí me detengo: en la belleza de los memes, en la grandeza de los tweets y en el milagro que es la estupidez natural del ser humano, ese talento que ninguna otra especie o máquina inteligentísima será capaz de tener, gozar, replicar, mejorar. nunca. esa capacidad que nos fue concebida para –y esto es solo un ejemplo– reírnos de nosotros mismos, de nuestras propias tragedias en tiempo real, de eso que quizás no podemos procesar a velocidades lumínicas pero sí de improvisarle un buen chiste al instante, viralizarlo en segundos, mejorarlo, compartirlo nuevamente y seguir adelante; imperfectos e imbatibles; estoicos y estúpidos; idiotas y dioses de nosotros mismos.

la estupidez natural, la natural stupidity (ns), ha sido y será siempre nuestra tecnología más avanzada, nuestra arma más secreta; ese as bajo la manga que nos ha llevado a descubrir cosas que, de una forma más intelectual, más analítica, más razonable, no hubiéramos encontrado jamás: avances médicos y tecnológicos, descubrimientos científicos, platillos deliciosos, música, continentes, planetas, los simpson y todo eso que ha sido producto del “por qué no”, o del “puta madre, lo hice mal, pero mira, qué bien salió, qué bien suena, qué bien sabe, qué bien funciona”.  

porque solo el estúpido natural es dueño de esa torpeza excepcional que lo lleva a improvisar, a reinventar, a darle oportunidad a la magia de existir; pero además, ha sido dotado con las agallas suficientes para hacer lo que ninguna persona «razonable» se atrevería, para ir en contra de lo estipulado. no teme ir en contra de todos pero le aterra la idea de ir en contra de sí mismo; tampoco le teme al error porque sabe que al único error al que hay que temerle es al de quedarse callado.

recordemos a aquéllos que un día decidieron comprobar que el paracaídas en realidad funciona. en los mismos hermanos wright. par de estúpidos. o más reciente, la pareja de vulcanólogos que acampaban dentro de los cráteres más activos del planeta. un día, uno de ellos remó en una laguna de ácido sulfúrico sobre una lancha inflable. murieron juntos en japón durante la erupción del mount unzen. gracias a ellos y a su infinita estupidez, hoy entendemos más sobre volcanes.

en conclusión, abracemos, hoy más que nunca, nuestra estupidez. para que el día que a los androides se les ocurra dominarnos con toda su inteligencia artificial perfeccionada o vengan los aliens a conquistarnos con sus millones de años de evolución superior, sobrevivamos, no por analíticos sino por espontáneos, no por inteligentes sino por estúpidos; porque estoy seguro de que en el momento en el que estén a punto de ganarnos, a alguno de nosotros se le va a ocurrir algo como ponerle goma de mascar al motor de una de las naves alienígenas o disfrazarse de androide y ponerse a bailar tap, y así, confundiremos al enemigo; lo sorprenderemos con el menos intelectual de los ataques, y entonces, no solo ganaremos la batalla más épica de los todos los tiempos, sino que además, nos cagaremos todos de risa.

Publicado por purasletras

soy las letras de alguien, no la biografía de alguien. no me gustan las mayúsculas.

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